Nepal 2011!

Chisopani, Tatopani, DalBat.. Namaste!

Contaré lo que hicimos, lo que pasamos y paseamos, todo lo que vimos y experimentamos, los miles de colores, pero no se como explicar las sensaciones, olores y sabores, las miles de sonrisas que fuimos recolectando a lo largo del camino, los inmensos tonos de verdes, el atronador silencio de la montaña exhuberante, plena de vegetacion por encima de los 3000m,  el camino que queda delante de mis pies, escalones, miles de escalones para recorrer,

Nepal es mucho...

El origen de todas las cosas

¿Porque Nepal?

Es dificil de explicar como llegué a decidir Nepal como destino turístico. Nunca fue un destino con el que soñara, quizás no sabia siquiera situarlo en el mapa pero un día cualquiera, en un foro de motos, alguien presumió de que su próximo destino era Nepal. Con la curiosidad malsana del viajero inquieto que está delante de un ordenador con tiempo libre, me puse a investigar y todo el mundo hablaba bien de Nepal así que no me costó mucho decidirme. Así mi vida fue tomando el sendero hacia los Himalayas. Cuando se lo planteé a mi señora, atrevida como pocas, le faltó tiempo para alistarse y poco a poco empezamos a recopilar información. Al principio tratamos con Yetiviajes, una compañia de asesoramiento de viajes para mochileros que ofrece experiencias diferentes. Finalmente nos montamos el viaje por nuestra cuenta dado que en internet rebuscando se encuentra todo. Sin embargo el trato y los dos meses empleados peinando la red creo que justifican recomendar utilizar el servicio de Yetiviajes. Y de sus alternativas hermanas, LowCostViajes...

En julio compramos los billetes a Kathmandú paladeando ya el exotismo y la aventura, previo paso por Estambul el fin de semana. El periodo de vacaciones fue fijado del 12 de octubre al 1 de noviembre. Compramos mochilas pequeñas, articulos varios de montaña, realizamos mil y un planes, un par de miles de listas y mil vueltas más conforme se acercaba la fecha hasta que un viernes de octubre nos encontramos en Madrid dispuestos a comernos el mundo.

I Madrid - Estambul

El vuelo de Madrid a Estambul lo teniamos a media tarde así que tranquilamente desayunamos al sol de otoño madrileño para embarcar hacia la capital turca. El servicio de Turkish Airlines como siempre espectacular y la entrada en Estambul ya era conocida de un pasado reciente. Para pasar la noche, dado que los hoteles conocidos estaban llenos habiamos escogido un hotel que tenia buena pinta y que nos dio la peor experiencia hotelera de nuestra vida. Llegamos tarde, pasada ya la medianoche por retrasos con el equipaje y nos encontramos con que nos dan por habitación un cuarto infame en un sotano oscuro que huele a humedad, paredes manchadas sin ventanas y se oye pasar al tranvia. No tenemos muchas posibilidades más, ya es medianoche pasada y la experiencia de reservar nos dice que hay pocas plazas libres asi que toca resignarse, ponerse tapones y dormirnos como podamos.

Al dia siguiente llueve pero no nos desanimamos, salimos al ataque, a volver a ver Estambul en su plenitud, a rendir pleitesia a Sultanahmet y Hagia Sophia, a deambular por sus calles atechandonos en las esquinas, descubriendo que está cerrado el gran bazar los domingos. Para comer repetimos en el mercado de pescado a orillas del Bósforo. Cuando la lluvia nos da una breve tregua, comemos en la pura orilla de la lengua de agua del Bosforo, sea mar, rio, ria o bahía, un pescado fresco y exquisito como aquel de marzo y continuamos por nuestro deambular por la ciudad hasta que toca dirigirse al aeropuerto Sabiha Gokçen desde donde sale nuestro vuelo a Kathmandu previa escala en Sharja E.U.A.

Nepal, esperanos que ahí vamos!

II Llegada a Kathmandú

El avión sale con mucho retraso y nuestro tiempo de escala es apenas una hora, no me duermo por la intranquilidad ya que sé que el avion a Kathmandu sale cada dos dias y no quiero perder ni un momento de lo que promete ser una sucesión apasionante de aventuras sin freno. Aterrizamos con apenas 15min para el despegue del avion a Kathmandu. El personal de tierra está con nuestras tarjetas de embarque en la mano y como en una carrera de relevos, oimos nuestros nombres voceados entre la multitud, recogemos las tarjetas y nos encaminamos corriendo a la puerta de embarque. Conseguido! Temo un poquito por la mochila que hemos facturado pero por lo menos nosotros estamos embarcados!

El ambiente en el avión es festivo, rezos, voces, sonidos en idiomas desconocidos por completo, abunda la piel olivácea y el tamaño de bolsillo, sorprendentemente soy de los más altos del avión, es una experiencia totalmente nueva para mi. Pese a pasar la noche en vela sigo con los ojos de un niño, pura ilusion asomada a la ventanilla del avión cuando amanece y despegamos de entre la arena del desierto para cruzar el mar de Arabia y posarnos encima de las nubes. Cuando éstas se despejan, nosotros continuamos avanzando y pasamos del mar al desierto y a la superpoblación india, perceptible perfectamente desde el aire. Volando hacia el imperio del sol, de repente giramos hacia el norte y luego volvemos al oeste y yo grito de satisfacción, ya están ahí mis primeras montañas, altos picos firmes cubiertos de nieves eternas conformando un horizonte infinito de nata y gris. Tomamos tierra finalmente en la ciudad de barro de Kathmandu, nos felicitamos, besos, abrazos e ilusiones que derramamos por doquier, desciframos extraños garabatos en las paredes, sonreímos a gente de mediana estatura coloreada entre caoba, cobre y café, recorremos un aeropuerto internacional que parece un aerodromo pobre venido a mas, observamos nuevos y exóticos sellos en el pasaporte que beso con alegria y traspasamos la frontera. Estamos en Nepal! Na Mas Te!

La recogida de equipajes es un burdel en toda regla en el que se mezclan recogedores, ayudantes, cargadores, turistas, aventureros, deportistas, alpinistas profesionales, nacionales y mochileros como nosotros en una sola cinta de equipaje. Hay desde mochilas a cajas de carton pasando por mantas atadas y bolsas de plástico. Sorprendentemente nuestra mochila (solo habiamos facturado una por si acaso preveyendo perderla, llevabamos dos de 40li con todo lo necesario y en la facturada iba lo que no se puede subir a un avion, de ahí nuestra tranquilidad al respecto, consejo cortesia de YetiViajes) llegó y salimos a la terminal de llegadas con el corazón en un puño, un corazón alegre que estallaba de emoción. Habiamos contactado con Babu, que tiene un alojamiento tipo B&B con su familia en Kirtipur, un pueblecito a las afueras de Kathmandu, a 11kms, él debía ir a buscarnos pero no estabamos seguros de que todo saliera bien. Y salió.

De entre toda la diminuta gente esperando asomaba un cartel que ponia Gonzalo Spain. Se presento como taxista enviado por Babu y acompañado por el hijo de éste, un crio de apenas 10 años, delgado y atento que comenzaba a aprender español. Subimos al taxi y comenzó el choque cultural, sobrepasando la capacidad de absorción de imágenes de nuestro cerebro, saturando los canales de comunicación despues de 30h sin dormir apenas. Nos rodeaban los conductores suicidas, las miles de motos como ballestas que revoloteaban a nuestro alrededor, las vacas sueltas, la total ausencia de normas de circulacion, la ciudad es un atronador caos alegre y multicolor que abruma. Paramos para cambiar dinero y continuamos camino atravesando la ciudad por grandes avenidas y a través de calles sin asfaltar, por la orilla de un rio sepultado por la basura hasta de repente sumergirnos en la inmensidad del verde de los campos de arroz, un verde intenso, fulgurante, brillante hasta la estupefacción, casi ofensivo, que se extiende hasta donde alcanza la vista. La carretera se acaba y continuamos por una especie de pista de tierra hasta deternernos delante de una casa a medio construir como muchas otras que vemos. A la puerta de la casa sale Babu a recibirnos, brazos abiertos ofreciendo abrazos, una sonrisa como un mundo de grande. Esto va a salir bien.

Dentro de casa está el resto de la familia para recibirnos: Belku, su esposa, es un cielo de mujer, salta a la vista que es pura generosidad y calidez. Con el tiempo descubriremos que su capacidad como cocinera supera ampliamente estas virtudes. Nos dan la habitación con baño compartido, conocemos al resto de españoles que estan en la casa, dos catalanes jovenes que intentan una minivuelta al mundo y salimos a empaparnos del entorno de la casa, rural a más no poder. Hay 8 o 10 casas que quizás conformen un pueblo escaso, un par de granjas de gallinas y todo lo demás es arroz a punto de recolección empapando de verde unas suaves colinas que al fondo de todas las direcciones, norte, sur, este y oeste entroncan con unas montañas macizas inconcebibles para mi limitado entendimiento. Cena en la que empezamos a descubrir la magia en el fogón de Belku, conversación con los españoles y organización de la estancia. Aunque le hubiera explicado claramente a Babu lo que queriamos, no había preparado nada. Nepal es así...

II Kathmandú

Un tañido de campanas y la intensa luminosidad solar teñida del verde de los campos nos despierta despues de una noche reparadora.. Hoy toca primer contacto con Kathmandu. Desayunamos y esperamos a nuestro guia que resulta ser un joven nepalí de suave nombre (Kissour) de cara de niño y evidente timidez. Nos embarcamos en un autobus ruinoso y vamos absorbiendo la intensa vida del Nepal, su sordidez, su alegría, su pobreza, su color. Para llegar tenemos que cambiar de autobús, autobuses que son carros de chapa decrépitos, rotos, contaminantes, a los que hay que subirse casi sobre la marcha entre un fantástico guirigay de gente. Es un cruce, es una parada de autobus, es un mercado, es un caos absoluto, es pura vida refulgiendo a media mañana. Hay una escalera que no conduce a ninguna parte, miles de chamizos que pretenden ser tiendas, gente por doquier, voces, animales, basura, coches, motos, bicicletas y miles de hombrecillos de piel color aceituna y alzada escasa.

Cambiamos de autobus para encaminarnos al templo de los monos. Comienza lo bueno, la ampliación de la perspectiva que da el viajar y asi vemos con deleite un templo a rebosar de monos y turistas, el primer contacto cercano con el budismo, con sus orondos budas, sus dorados, sus templos alegres y coloridos, incienso y ruedas de oración, campanillas y banderas al viento. Alrededor del templo, árboles y en ellos, monos malencarados, pequeñas ardillas y miles de banderas de oración agitandose al viento, coloreando la brisa de rojo, verde, amarillo, azul y blanco.

Un poco más arriba está el templo de Swayambuhnath propiamente dicho, llegamos por la parte de la cuesta para acercarnos a nuestras primeras pagodas y templos, nuestra primera estupa, blanca y dorada, vigilante de Kathmandu. Entramos en los templetes, llenos de velas, colores y redonditos budas y disfrutamos de una vista fantástica sobre la capital que se desparrama a lo largo y ancho de todo el valle, contaminandolo todo.

Para seguir turisteando tenemos que bajar unas empinadas escaleras, las primeras de nuestro viaje, donde vamos observando como la mendicidad aquí es mucho más notoria, hay niños pidiendo en bandadas custodiados por lo que se supone su madre que malvive en una caja de cartón.

Nuestro guia negocia con los taxistas para llevarnos a la plaza Durbar y nos subimos en uno de esos minicoches Suzuki Maruti con motor de lavadora que hay a millones. Callejeamos en dirección desconocida entre casas de ladrillo, gentes por todas partes, animales, no me dan los ojos para absorber tanta novedad de camino a la Durbar Square.

Una vez en la plaza, pasamos por taquilla pese a que parece una plaza abierta y comenzamos la visita. Nuestro guia es mas que guia, un acompañante, sabe castellano pero no tiene mucha idea de historia ni de explicar y aunque es tímido, sonrie y ayuda en todo lo que puede.

La plaza es espectacular, me falta tiempo para subir a los templos y poder admirarla en toda su perspectiva. La organización dista mucho de una occidental, los templos estan diseminados de manera caótica, sin simetría pero resulta muy bella la combinación de teja, ladrillo y madera antigua. Visitamos el templo de la Khumari, la niña-diosa, esperando debajo de la ventana como la tuna a ver si salía pero no hubp suerte por lo que continuamos la visita, nos mofamos de los leones maquillados, nos sorprendemos de las tallas, nos fotografiamos con vacas sagradas, contamos las ventanas sin cristales, admiramos las celosias de madera, subimos a los templos y nos reimos como niños.

Todo parece viejo, decrépito, usado pero es auténtico, real, no como muchas de las maravillas de nuestra sociedad, esto se puede tocar, se ve roto, puro, verdadero, tanto los templos como los edificios. En contraste, a veces se observa algún edificio blanco encalado, quizás un pequeño templete de ofrenda que destaca como un faro en una costa. Y para colorearlo todo, las omnipresentes banderitas de oración.

Cogemos otro taxi para ir a la gran estupa de Boudanath y yo que no soy creyente ni budista, circunvalo como un niño la estupa, tocando todas las ruedas de oración, una a una, lanzando mil y un peticiones que son una simple muestra de mi alegría infinita. Esta estupa es espectacular, aun cuando repita la configuración cromática habitual, blanca y dorada, banderas al viento y una nota de color por los tonos azafrán y morado de los monjes budistas. Entramos a un templo donde está teniendo lugar una oración tibetana. No se si reir o salir corriendo, el aire esta invadido de incienso y los monjes rezan a toda velocidad para luego, sin organización ninguna, ponerse a ratos a tocar lo que parece la sinfonía más desafinada y caótica del mundo. Y yo me rio solo, feliz de estar aquí.

Comemos en un restaurante un pelín turistico para mi gusto y nos desplazamos a Pashupatinath. Esto ya no se disfruta tanto, se nota el olor a muerte cercano, no deja de ser un templo de incineracion, hinduista para más señas. Y aunque llevemos poco tiempo en el pais, en contacto con las culturas locales, ya nos da para darnos cuenta que los templos hindues son muchisimo más sucios. Los budistas distan de ser impolutos pero en los hindúes abundan las ofrendas de comida por todas partes, con su inevitable cargamento de moscas y olores agresivos.

Da miedo acercarse a los Saddhus y no quiero soltarles propina así que se quedan sin foto conmigo. A cambio, me entretengo con las ardillas, un ciervo del parque trasero y me alejo de la incineración que se está llevando a cabo rio abajo. Rio que me hace pensar en las descripciones del rio de Ank (vease Terry Pratchet y su mundodisco)

A la salida visitamos un asilo que rompe el alma, lleno de ancianos que viven de la caridad y se organizan en una comunidad precaria. Tambien hay niños jugando con columpios hechos de bambú y corriendo libres por ahí. Realmente hay niños por todas partes, este pais es la apoteosis de la juventud....

Habiamos tratado con Babu por mail si llevar o no saco de dormir. Nos recomendó que no pese al trekking que ibamos a hacer. Al llegar a Nepal nos dijo que sí eran necesarios asi que toco ir a Thamel a por unos baratillos. Como si no tuviera otros cuantro en casa. Gracias a eso, experimentamos Thamel en pleno apogeo: carteles anunciando miles de servicios, millones de tiendas vendiendo ropa cojonuda mas falsa que un euro con la cara de popeye, una fantástica mezcolanza de colores, olores y sabores, turistas por todas partes, todo se compra y se vende en Thamel.

De Thamel vamos a coger el autobus que nos ha de llevar a Kirtipur. Para ello deambulamos por todo el populoso barrio y nos sorprendemos de la cantidad de gente, de la mezcla de animales,vida urbana y rural que habita aqui. No sabría decir el recorrido hecho por la ciudad, en taxi o andando, todas las calles se parecen en ese dédalo laberíntico de ladrillos, adobe, asfalto precario y multitudes por todas partes. Y entre la masa, miles de millones de motos, bicicletas, animales, es curioso estar en una aglomeración en la que apenas te puedes mover y que a tu derecha tengas una cabra o una moto con pollos colgados. No se nos agota la capacidad de sorpresa ante la tranquilidad con que fluye la vida en esta ciudad hormiguero. La estación de autobuses es un descampado polvoriento con miles de vehiculos en estado decrépito llenos de inscripciones, publicidad falsa, colgantes, cortinas y colores con un revisor que grita los destinos creando una marabunta acrecentada por el mercado que se desarrolla alrededor de la estación y que se desparrama por las aceras colindantes. Abrumador y encantador, todo a la vez. Cogemos el autobus y nos vamos para casa, hay que caminar un ratito para llegar a la casa donde disfrutamos de la magia en los fogones de Belku y de su escandalosamente sabroso té, nunca jamás habré bebido yo algo tan fascinante y preparamos la maleta para el trekking de Poon Hill, nuestro destino para los próximos dias.

III A Pokhara

Nuevo y soleado dia, madrugamos con el sonido de las campanillas para prepararnos para el Trekking. Bien pronto se presenta nuestro guía Purna Bahadur Tamman. Sonrisa inmensa, alegría contagiosa, habla mucho en un español bastante correcto y nos conduce hasta otra estación de autobuses que es una simple calle. Destino a Pokhara, nos subimos a otro decrépito autobús que durante 7 largas horas para recorrer 200km nos conducirá a la ciudad del lago. Por el camino primero toca subir para salir del valle de Kathmandu a través de una carretera estrecha, serpenteante y revirada llena de motos, furgonetas y camiones de decoracion imposible, chasis de acero y cabina de madera, que son como tortugas que se arrastran por la carretera y yo que no dejo de sorprenderme del verde del valle, de la carretera rota, de que lleven cabras en el techo, del rio que baja furioso. De que vadeemos rios, charcos, baches y badenes sin fin. De que apilen la hierba como en mi pequeño pais, de que los coches averiados que son muchos, se señalicen con piedras y ramas, de que haya un parque acuatico abandonado a la orilla de un camping, de que la vegetacion lo cubra todo de un verde brillante, de que la comida sea fuerte, picante y sabrosa a precios de broma, de que la chica que me acompaña se ria y disfrute con todo, de que empecemos a ver las primeras cumbras del Himalaya. Y finalmente llegamos a Pokhara. Otra estación que es un descampado, un hotel bastante misero con un hormiguero en el baño pero con unas vistas envidiables al MacchaPucchare que me enamora con su leyenda de montaña virgen y con su pico triangular cubierto de nieve que se empieza a cubrir de los primeros velos de niebla.

Pokhara es una ciudad pequeña, corrompida por el turismo pero es tambien alegre, linda y tranquila, alejada del desquiciamiento de la capital. A paso tranquilo recorremos las calles principales, llenas de tiendas para turistas, y la orilla del lago con sus multiples barcas. Fotos, sonrisas y vamos conociendonos poco a poco yendo pronto para cama que madrugamos al dia siguiente.

IV Trekking 1 Pokhara - Uleri

El madrugon trae unas vistas espectaculares a la cima del Macchapucchare, blanca y despejada del copetín de nieblas, un desayuno intenso y una hora y media en taxi por una carretera infame hasta el punto de partida de nuestra caminata. En un punto del camino donde hay 4 casas decrépitas y un baño que es un agujero en el suelo, sale una veredita que baja al rio, atraviesa un precario puente colgante y se dirige recto hacia la montaña. Nuestro camino, el camino embarrado que permitiría apenas el paso de un coche y nos ha de llevar al pueblo donde se visan los permisos para entrar al santuario de los Annapurna, gestionados por Babu el dia anterior. Sello en el pasaporte azul y a caminar. Hay montones de caminantes aventureros como nosotros, casi todos ellos con porteador. Yo soy incapaz de hacer cargar a alguien con lo que creo mio y eso tambien arrastra a que Ale cargue con lo suyo. Mientras el camino es llano la cosa va bien, cuando se empina y comienzan los escalones el ritmo se ralentiza y yo me siento profundamente culpable por meterla en estas embajadas, la veo sufrir y lo único que se me ocurre es cargar todo lo posible en mi mochila. Trato de animarla con cariños y besos, tirando dulcemente de ella para lograr nuestro objetivo. Mi ilusión puede con todo en este camino. Asi vamos avanzando poco a poco mientras nos agobiamos y observamos la belleza vibrante natural del valle. Viendo como secan las panoyas como en mi pais, colgandolas de la barandilla, a paso lento vamos dejando la orilla del rio que corre furioso para ir subiendo por la ladera. Paramos a comer en Tikkehdhunga, nos aterramos al ver la interminable sucesion de escaleras que suben hacia lo alto de la montaña pero la comida, el plato nacional Dal Baht, está riquisima y nos da las fuerzas y el ánimo suficiente para seguir ascendiendo poquito a poco. A nuestro ritmo constante pero lento, no dejo de maravillarme del paisaje, del inmenso trabajo de quienes fueron trazando esta red de escaleras que recorren las montañas como venas que riegan la vida de los pueblos que se ven diseminados por todas las laderas tan viejas como el mundo, alimentando las terrazas para el cultivo de arroz o lo más notable, los pequeños descansillos preparados para el reposo del cuerpo y del alma. No logro encontrar ninguna partitura que acompañe tanta belleza, yo que sin música no se vivir. Y continuamos subiendo, poco a poco, con un ritmo sereno pero firme, toda la gente que nos adelantó alegremente despreocupada por la mañana se va quedando en el camino y a mi me quita un peso de encima ver que Ale va más relajada y que todo parece que va a salir bien. No puedo evitar admirarla por su fortaleza y decisión y porque me acompañe en mis locuras. Así llegamos a Uleri, nuestro destino para el dia. Nada más entrar en el pueblo acordamos tirar Purna y yo por delante hasta llegar al hotel y luego habré de bajar yo a por la mochila de Ale. Eso hacemos. Lo que nadie me explicó es que Uleri es un pueblo muy muy largo, unas pocas casas muy repartidas a lo largo de la montaña, empieza a 1700msnm y nuestro hotel esta a 1900msnm. Casi 40 minutos mas de camino para llegar, dejar la mochila y volver a bajar como si no hubiera hecho nada en el dia, mi alegría me lleva escaleras abajo a saltitos, recojo la mochila y vuelvo a subir saltando, brincando, exhibiendo sin pudor al niño que llevo dentro, inmensamente feliz de estar aquí.

El hotel es una mísera casona de chapa azul y madera, con unos catres relativamente limpios, puertas que no cierran, paredes de madera fina con agujeros, baños compartidos y sin cerradura pero tiene ducha de agua caliente todo el dia merced a una bombona de butano que sube en burra, nuestra habitación tiene unas vistas aterradoras a todo el valle y la comida es muy buena así que no tenemos la menor queja y dormimos como benditos.

V Trekking II Uleri - Ghorepani

Muy de mañana, apenas de amanecida y nos ponemos en pie, carrerita a pie por el fresco para la ducha y a desayunar una especie de tortitas con mermelada de multifruta, la unica que parece existir por aqui. Y luego de desayunar, un ratito de enamoramiento, desde el tejado del hotelillo se ve el valle profundo, sus diminutos pueblos desperdigados en sus laderas de dificil acceso, el amanecer que crece iluminando la tierra y frente a mi, el MacchaPucchare, la gran montaña mágica. Es dificil no enamorarse de sus contornos triangulares, duros, recios, cubiertos de nieve virgen como la montaña entera. Es dificil no enamorarse de mi compañera que está dispuesta y con buen ánimo a continuar subiendo escaleras. Escaleras que ya tenemos ahí, a pie de patio, para que sea lo primero que hagamos en el dia. Pero yo estoy decidido, floto, no dudo que tengo que seguir subiendo al punto mas alto para abrazar al cielo azul puro que todo lo cubre, levanta tus manos al cielo si tu cielo es este suelo y ciertamente levanto las manos para proyectar mi felicidad al mundo.

El plan del dia es sencillo, camino hasta Gohrepani. Escaleras y a ratos algo de senda mientras la gente nos saluda con una sonrisa brillante y el sempiterno Namaste. Nuestro guia es hablador como pocos, no se resiste a una conversación con quien se cruce. Purna, que es un autentico personaje, un señor pequeñito que se sonroja y mira hacia otro lado cuando nos besamos, que habla con las piedras, mujeres, niños y adultos, que es como ese amigo desastre que todos tenemos, que sabes que te la cuela pero aun asi te arranca una sonrisa, que habla conmigo en aleman cuando está bien claro que ninguno tenemos ni idea de ese idioma, que se rie de continuo, que me enseña el idioma nepalí y algo de cultura que se inventa claramente sobre la marcha, que multiplica exponencialmente nuestra aventura en el pais y la mejora, hemos creado ya una buena sucesion de chistes, chorradas y tonterías que hacen que le tenga un cariño inmenso y eso que solo lo conocí ayer....

Por el camino vemos la naturaleza en pleno apogeo, pueblos integrados en entorno pero orientados al turista, venden chucherias, agua y pocas bebidas más, sirven comidas y dan el mismo escaso alojamiento. Jugamos en un receso un ratito con los niños de la familia Pun, les ayudamos con sus deberes y llegamos a comer tarde a Gorepani. Como empieza a ser costumbre, la comida esta escandalosamente sabrosa, no hay nada como comer productos autenticamente naturales. Por la tarde me sigue sobrando energía para dar una vueltita por ahí solo, a la otra parte de Gorepani que esta un poco más arriba de nuestro hotel. Tengo tanta gana y tanta ilusion que subo y bajo corriendo, visito lo posible aun cuando no haya nada mas que lo habitual, hotelillos, pequeños templos y vistas al horizonte verde y gris niebla. Hablo un rato con los locales, cena y tertulia con otros viajeros en el hostal, gente que está dando la vuelta al mundo, que lleva meses viajando o como nosotros que simplemente pasabamos por allí.

VI Trekking III Ghorepani/ Poon Hill - Tatopani

A las 4 en pie para subir a Poon Hill a ver amanecer. Yo he pasado muy mala noche, puede que sea mal de altura pero nadie me quita de subir aun sin desayunar a la colina Poon. Y subo como los buenos, con dolor de cabeza y vomitando, acompañado por la fila humana de luciernagas que tienen las mismas intenciones que nosotros. Finalmente apenas se despierta el dia cuando llegamos a lo alto de la colina, hay un miserrimo tenderete de té, una torre mirador y una espectacular vista desde el macizo de los Annapurna hasta el Daulaghiri, lejano pero muy visible. Están todos allí, inmaculados, eguidos como las velas en una tarta, macizos, imponentes, brutales. Lo admiro y hago miles de fotos, quizás sea el amanecer más bonito del mundo a mis ojos, que como es costumbre se cubren de humedad. Veo la montaña madre y sus hijas y mi felicidad suena como un vibrante fa sostenido menor que se desparrama y cubre los valles, avanza como un mar incontenible por encima de las altas cumbres y llega a las fronteras del Nepal invadiendo los vecinos Tibet y Karakorum. Reparto abrazos, cariños y sonrisas y nos volvemos al hotel. Mi malestar desaparece con el desayuno y apenas a las 9 de la mañana ya estoy trotando por ahí, inquieto, activo, deseoso de seguir caminando. Y eso hacemos, Ale ya esta más relajada, ya nos hemos acoplado todos a un ritmo común y salvando que al principio de la ruta tenemos que subir de nuevo hasta donde cubre la niebla y hay una mísera choza con las omnipresentes banderitas de oración, a 3200m, luego es todo una suave bajada, por senderos o escaleras, a ratos peligrosas por mojadas porque corre agua por todas partes, agua sin fin, sin medida, libre, en todas sus acepciones, rios, arroyos, cascadas fecundando estos fértiles valles dotandolos de ese verde luminoso que se queda grabado en la retina. El camino pasa por bosques y a ratos, al filo de un inmenso abismo donde a veces cuelga un hotelillo para turistas con vistas al infinito. Tenemos que cruzar el rio y eso implica descender innumerables escaleras para volverlas a subir. Purna nos avisa de que igual no tenemos sitio en Tatopani porque le han informado porteadores que bajan y han visto mucha gente. No se si los conoce porque como habla con todo el mundo, desconozco el alcance verdadero de su dominio del lugar. Tomamos la decisión de subir nosotros delante para reservar sitio. Para ello echamos una carrera monte arriba, escalon tras escalón, somos dos voladores que suben medio corriendo, medio andando hasta que Purna se rinde, yo sigo sin medida, adelantando gente, cruzando el bosque, no estoy cansado, vuelo de tanta alegría como siento y alcanzo Tatopani subido en mi nube algodonosa. Purna llega al rato mientras yo bajo de nuevo a buscar la mochila de Ale y vuelvo a subir. Yo mismo me sorprendo de que siga sobrandome fuerza para dar vueltas por el pueblo que no tiene mucho que ver, son apenas una docena de casas en una collada, con alguna tienda orientada al turista y poco más. El alojamiento como todos, espartano, ducha templada, baño compartido, catre duro, suelo de madera que rechina y podriamos decir que está aproximadamente limpio. Sorprendentemente a esta altitud en mi pais esto sería nada más que pasto y piedras, sin embargo aqui hay árboles y vegetación por todas partes pero pocos bichos y aire purisimo, lo que se agradece...

VII Trekking IV Tatopani - Gandruk

Hoy es un dia ligero y nos lo tomamos con tranquilidad, seguimos descendiendo entre bosques en una breve caminata para llegar a Gandruk que es algo asi como la capital del área. Se nota que es un pueblo “grande” tiene escuelas, templos, un molino, un museo tradicional y mucho ambiente mochilero. Nuestro hotel ya impone, tiene hasta 4 plantas y como siempre la comida es exquisita. Gracias a Purna, visitamos una escuela infantil mientras los niños se despiertan de la siesta, medio adormilados, temerosos, tímidos, sucios llenos de mocos y sin embargo me los llevaria a todos.

En cuanto tengo otro rato sigo dando vueltas en solitario por el pueblo, explorando todos los rincones, aprovechandome de la amabilidad de los nepalíes, hablo con los niños y los mayores, disfruto de las vistas, tomo algunas notas, charlo con Purna y me lleno de la paz que ofrece la pura naturaleza viva del Nepal. Aquí no hay tele ni radio ni teléfono, ni problemas de un mundo que queda muy lejano, muy distante, aquí todo es mucho más fácil. Y más feliz.

El hotel se ilumina por la noche con sorprendentes y anacrónicos motivos navideños y dejamos que el aire puro nos acune para dormir como niños, con los puños apretados de tranquilidad y felicidad.

VIII Trekking V Gandruk - ?

Estamos a 1900msnm y esta noche dormiremos a esa misma altura en la otra ladera del valle. Para ello tenemos que bajar a 1300m por unas empinadas escaleras rompecaderas que suben dia a dia los escolares para poder ir a clase, entre terrazas de arroz y casas desperdigadas, cruzar el rio y subir por otro tramo igualmente rompepiernas de escaleras. Por el camino visitamos casas tradicionales, nos reimos con los niños, hablamos con los locales y vemos como se nos echa el tiempo encima. Unas niñas nos ofrecen un baile tradicional y nos ponen flores de azafrán a cambio de una propina. El camino sigue subiendo por la falda de la montaña, a ratos despejada, a ratos arbolada, comemos y seguimos subiendo hasta que de repente tras pasar una pequeña y solitaria casa en una minuscula majada, se pone a llover de manera furiosa. Lo que empieza siendo unas gotas dispersas se convierte en un diluvio tropical donde no hay refugio posible. Nos protegemos como podemos, caminamos y corremos hasta que llegamos a un collado sin nombre en el que hay apenas dos casas que sirven de alojamiento precario. Experimentamos la curiosa sensación de sentirse naufrago y encontrar una costa amiga. Nos refugiamos y viendo la hora que es y como llueve, decidimos quedarnos. Cruzo de un edificio a otro corriendo bajo la tormenta feliz como un niño para escoger la mejor habitación disponible, hay poco para escoger y son todas muy parecidos, no en vano pertenecen a la misma familia. Escojo el edificio de la derecha y poco a poco descubrimos las carencias del alojamiento, el más miserrimo de todos los experimentados, no hay agua corriente, un baño atascado, el otro baño es la ducha, no hay agua caliente, no hay cristales en las habitaciones y Ale se me viene abajo porque no hemos llegado al destino esperado hoy. No comprende que yo disfruto de la magia del lugar más que nadie, más que nada. No cambiaría estar allí con ella por nada del mundo. Y el atardecer me lo confirma, todo huele a fresco, a nuevo, el mundo se vuelve verde y azul y amarillo cuando se van las nubes y yo compruebo con emoción que todavía puedo ver el Macchapucchare desde aquí.

Nunca llegamos a conocer el nombre del pueblo, ni siquiera si tiene nombre, apenas hay una media docena de occidentales y nosotros. Nos duchamos con agua calentada al fuego y un cacito en un chamizo que apesta y cenamos tan ricamente como siempre. Me entra una profunda pena de pensar que es la ultima noche de naturaleza pura.

IX Trekking VI ? - Pokhara

El nuevo dia trae el plan de siempre, ligero descenso por un paisaje mucho más similar al de mi pais, menos abrupto y ostentoso, hierba, arbustos, majadas y pasto pero a nuestra izquierda en todo momento están las omnipresentes nieves perpetuas del Annapurna. En cada rincón echo un vistazo con sabor a despedida y afortunadamente, siempre hay una oportunidad más de seguir viendo el Macchapucchare mientras descendemos por el resbaladizo sendero. Hasta que deja de haberla. Todo lo bueno se acaba cuando sellamos nuestros permisos y salimos oficialmente del area protegida del Santuario de los Annapurnas. A partír de ahí es pista forestal camino de Pokhara. Purna se pone a hablar con un conductor de un 4x4 y por una misera tarifa nos permite subirnos, nos llevará hasta la entrada de Pokhara. Es una Pick-up de marca china con techo de lona en el portaequipajes. Resulta ser la linea de transporte que une estos pueblos perdidos con Pokhara y no respetan ninguna norma de circulación, desafiando a toda la lógica. En principio somos solo nosotros 3, el conductor y un ayudante, con el equipaje en el techo. Conforme avanzamos se va subiendo gente y más gente. Con niños, con la bolsa de la compra, la bolsa de viaje, cada vez mas gente se sube hasta que cuando no parece que quepa ya un alfiler más y sigue subiendo gente. Al final llegamos a Pokhara 29 personas ahí montadas, 4 en la fila delantera de asientos, 5 detras, 3 filas de 4 en la parte trasera más dos metidos a calzador, 4 colgando del vehiculo por fuera y dos en el techo. Y todo eso por caminos de piedras y sin que nadie se enfade, asuste o queje. No doy crédito...

Gracias a eso llegamos a la hora de comer a Pokhara, nos dan una habitación con mejores vistas aún en el mismo hotel y salimos a deambular por Pokhara. Es curioso, me siento libre, en paz, tranquilo, me encuentro raro. Todos estos dias de caminata parecen haberme relajado, todos los problemas se hacen pequeñitos, haciendome que disfrute de lo más nimio y diminuto, de lo más simple y sencillo, dibujandome una sonrisilla timida en lo que antes podia ser un rictus amargo. El paseo a lo largo de la ribera del lago es un masaje para el alma, viendo como se cierran las nubes en el Annapurna, como las multiples barquichuelas surcan las aguas, como sonrie el sol mientras se esconde. Volvemos a ver a Kissour que está acompañando a una pareja de españoles que tambien recorren el Nepal. Cena en conjunto y paseo de vuelta al hotel que toca cambio de tercio.

X Pokhara - Terai

Para los próximos cuatro dias el plan es irse a la llanura, al Terai, a un pseudoresort turistico a hacer actividades en la jungla. Por ello en la estación de autobuses nos despedimos con mucha pena de Purna y nos subimos al autobús lleno de turistas como nosotros. Nos dan dos asientos donde a duras penas cabe Ale, que es de piernas largas y bonitas así que se lo comentamos al revisor y amablemente nos cambian de autobus, empaquetandoles nuestros asientos a otros, sin una excusa ni una mala cara. Nuestro equipaje con todos los papeles y buena parte del dinero viaja en el techo de un autobus y nosotros en otro. Yo preocupado mientras me despido del Himalaya, Annapurna y Macchapucchare, recorremos desfiladeros, vadeamos rios y atravesamos pueblos por una carretera infame hasta desembocar en la infinita y cálida llanura donde nos tenemos que bajar. El autobus con nuestro equipaje ha llegado hace un rato y allí está el conductor esperandonos con una sonrisa para que recojamos lo nuestro. No puedo evitar sentirme culpable por desconfiar de esta gente tan noble.

El Terai es una mancha plana y amarilla donde pega de pleno el sol y hace un calor que abruma, sin una sombra o una brisa que refresquen.

Nos recogen y trasladan a nuestro resort, 4 cabañas simples pero con aire acondicionado, agua caliente, televisión y mosquitera. Puro lujo ahora mismo para nosotros...

Por la tarde visitamos la recreación del poblado tradicional Tharu, la reserva de elefantes, damos una pequeña vuelta en coche y por la noche, espectaculo para turistas en el centro cultural. La tradición de danza es muy similar al paloteo español con la salvedad de que se pegan con toda la fuerza que pueden, son bastante espectaculares aun cuando sea un producto de consumo turístico.

XI Terai II

Madrugamos para visitar la selva antes de desayunar. Una niebla fresca lo cubre todo, disminuyendo el intenso calor del páramo, que tiene pinta de golpear fuerte. Cruzamos el rio en una lancha y afrontamos la selva. Primero una breve explicación de que hacer ante el ataque de un animal salvaje que nos deja más confusos de lo que estamos y a la espesura. Pueden aparecer leones, tigres, jabalies y elefantes salvajes y no tengo claro cuando tengo que subirme al arbol, quedarme quieto, echarme al suelo, saltar, brincar o dar vueltas al aire. Mal futuro me espera...

La primera impresión es de absoluta quietud, a cada paso nuestro le acompaña el crujido de las hojas, las ramas rotas pero todo lo demás es un opresor silencio. Lo que al principio era divertido empieza a no serlo, hay muchas sanguijuelas, mosquitos y una sensación de amenaza permanente que nos pisa. La atmósfera nos agobia, parece que nos falta el aire y se nos acaba la tranquilidad en este profundo muro vegetal. Abandonamos con gusto la jungla para internarnos en un mar de hierba alta como nosotros, el calor aprieta y nos subimos a una torre de observación para intentar ver algo sin éxito. Volvemos por fuera de la selva y retornamos al hotel. En el camino disfrutamos viendo como se bañan los elefantes y desayunamos tranquilamente. La mañana se nos va de manera plácida entre holgazanear y dar una vuelta por los alrededores, que no son nada parecido a un pueblo, unos pocos hoteles de la clase del nuestro, unas miseras tienduchas, un templo de la secta Osho y nada más.

La tarde nos ofrece un paseo en elefante por la jungla. No podria ser más incomodo, vamos montados en lo que parece una mesa puesta al revés y somos 4 en ella. Dificilmente podria ser más incomodo sin ponerle algo afilado. Nos acompaña una pareja de nepalies, se acaban de conocer y casar y están en plena luna de miel. El paseo no deja de ser parte de los parques temáticos para turistas, los elefantes están más que acostumbrados y la ruta esta más que hollada pero somos afortunados, vemos todo tipo de animales, cocodrilos, monos, pájaros, jabalíes, ciervos y lo que es todo un golpe de suerte. Vemos uno de los animales más sorprendentes y dificiles de ver, un rinoceronte hembra con su cría. Es verdaderamente macizo, masivo, un bloque de hormigón armado con patas que se mueve con lentitud mientras a su alrededor se mueven una docena de elefantes en un coro de flases y voces de excitación. Excitación que nos acompaña cuando nos bajamos del elefante, lo celebramos, abrazamos al elefante y nos volvemos a vegetar tranquilamente al calor de la sabana nepalí. La situación me hace reflexionar también sobre la valentía de los que se atrevieron a explorar esas tierras distantes, llenas de peligros desconocidas y enfermedades sin remedio, sufriendo y padeciendo para hacernos el mundo más pequeño.

XII Terai III

La mañana nos trae de nuevo una mañana de paseo, hacemos una ruta por el bosque en coche con propósitos ornitólogos. No saben que entre mi escasa vista y mi ignorancia, apenas distingo un murcielago de una paloma. Lo que si logramos ver son muchos ciervos, monos y algun otro animal pero nada tan espectacular como el dia anterior. A la vuelta el coche se nos estropea pero sorprendentemente nos mandan uno de sustitucion para llegar a tiempo a la siguiente actividad, ¡nos vamos a bañar con elefantes!. Nos recogen de camino y nos subimos a su grupa para que nos conduzcan al rio. El elefante va de frente al agua y nosotros vamos vestidos. Creedme, es muy dificil despelotarse encima de un elefante cuya piel es áspera y dura. Quitamos zapatos, camiseta, gorra, gafas, calcetines, bolsos y cámara con cuidado de no caerse de esa altura. Entramos al rio y el elefante nos tira a un agua que corre marrón, que seguro dista mucho de estar limpia pero nos da igual, nos subimos de nuevo y comenzamos a jugar. Nos escupe agua y yo me rio como si fuera tonto, no puedo dejar de reirme con este animal salpicandome de agua turbia, es un momento esplendoroso que recordaré mucho tiempo, no puedo parar de reirme como si me atacaran un millon de cosquillas, yo que no sufro de cosquillas me rio sin parar y sin pudor con las caricias de las duchas continuas que me llueven desde arriba o desde abajo, con las voces de ánimo del guia, con las continuas caidas al agua. Salimos y todavia brillo con luz propia de felicidad, acabo de recorrer una vida completa en un rato de baño con un elefante, todavía me rio y lo recordaré mucho tiempo, dandole un punto de luz a mi existencia. Me abrazo al animal y vuelvo lentamente hacia el hotel, descalzo, mojado, sonriendo, reconciliado con la vida...

Por la tarde deambulamos y nos vamos de paseo en barca por el río. Hay una excursión completa de japoneses y nosotros esperando a pie de agua para subir a unas barcas rústicas, hechas de un tronco vaciado, un remero al mando, 8 o 10 plazas enfiladas que se asientan en pequeños banquitos artesanos para ir rio abajo acompañando la corriente y volver contracorriente, vacías, para recoger a más turistas que esperan en la ribera. Me sitúo en primerísima fila y disfruto poco a poco del lento fluir del rio, de la tranquilidad de la foresta y seguimos viendo pájaros, monos, elefantes, colorados mosquitos, enormes libélulas, cruzan tranquilamente delante nuestro unos búfalos, todo el espectaculo habitual que acompaña a esta fantástica naturaleza. Mojo los dedos en el agua que corre oscura y me dejo llevar hasta que se acaba la excursión en el centro de cuidado de elefantes, donde el atrevido ocaso ilumina el cielo.

No me cabe más felicidad en el cuerpo cuando me echo a dormir.

XIII A Kathmandú!

Se acaba nuestro ratito de relax en la selva de Nepal y galantemente el hotel nos devuelve al mísero campo cercado que es la estación de autobuses para subirnos al autobus para turistas que se anuncia como con aire acondicionado, aire que consiste en un ventiladorcillo para cada 4 asientos. El nuestro no funciona como era de esperar. Afortunadamente abandonamos pronto los calores del páramo nepalí y avanzamos a través de desfiladeros por los que corren rios furiosos que cabalgan algunos aventureros a los que observamos con envidia hacer rafting.

Seguimos subiendo con paradas aleatorias para que algunos meen a la orilla de la carretera, sorteando innumerables vehiculos averiados, abandonando el amarillo de los campos retornando al verde brillante del arroz aterrazado y reencontrandonos de nuevo con la masificación personificada en la capital del pais, que se aprecia en cuanto pasas el collado que da acceso al valle, arriba donde hay un control militar que provoca un atasco descomunal.

Nos bajamos en el cruce que resume todo lo que puede dar de si un cruce, parada de autobuses, mercado y semáforo, y aunque hubieramos quedado allí, no habia nadie esperando. Negociamos con un taxi que nos lleva hasta la casa de Babu que está a la puerta con un abrazo generoso y una sonrisa que hacen que se le perdone todo.

En la poca luz diurna que nos queda, salimos de nuevo a dar una vueltita porque ante nosotros se desarrolla otro espectaculo sorprendente, la cosecha del arroz al estilo tradicional, se agrupa la gente del pueblo para recolectar en el prado de un vecino, el propietario de los terrenos se encarga de la comida de los asistentes y éstos aportan su granito de esfuerzo con medios escasos para asegurar el sostenimiento de la comunidad. Andecha, se llamaba aquí en mi pequeño país.

La casa está llena de españoles, tanto que algunos se tienen que ir a dormir a casas de la familia de Babu mientras este duerme con toda su familia en el comedor. No se si es falta de organización o incapacidad de decir No. Nosotros ocupamos la habitación de su hija y cenamos en grupo conociendo al resto de españoles que están en casa.

XIV Kathmandu - Nagarkoth

La actividad para los próximos dos dias es intentar avistar de lejos el Everest desde Nagarkoth, previo paso por una de las ciudades imperiales, Bakthapur. A primera hora aparece el guia y veo con una sonrisa que es Purna de nuevo. Empieza el dia con alegría...

Cogemos un taxi al centro para cambiar dinero y luego tomar una combi para Bakthapur.

Bakthapur es una ciudad magnífica en la que hay que pagar por entrar. No se si es lícito o no, pero tampoco me parece mal, pienso que así puedo contribuir a que esto continúe siendo un placer para los sentidos porque es una ciudad quizás mas orientada al turismo que la capital pero es lujosa, llena de palacios, templos y plazas majestuosas y no tan agresiva. Lo que más me atrae y aprecio es la imagen de pura integracion de la vida rural que se ve en todas las plazas y espacios abiertos. Temporada de cosecha y todos los huecos y rincones de la ciudad están cubiertos de cereales secandose al sol, de gavillas de hierba atadas, de arroz oreandose en mantas. No hay sitio para mercadillos ni puestos callejeros, solo tradición desparramandose por el ladrillo de la ciudad. Nos dejamos llevar por callejas y callejones de ladrillo, ventanas de madera talladas con celosías, nos reimos con Purna, nos sentamos al sol bajo la arcada floreciente de madera de una casa, salimos a la plaza Thaumadi, la única sin hierba secandose al sol y subimos a los templos con mochila, bajo el inclemente sol para observar y tocar, una a una, todas sus vigas, adornadas profusamente con tallas eróticas y comemos en lo alto de un edificio, apenas a 20 m del templo, gloria bendita en el paladar, como en todas las comidas que realizamos en este pais... Visitamos la plaza Durbar, bastante señorial aunque justo en la arcada donde se acaba, comienza de nuevo la vibrante vida nepali.

Tras comer nos embarcamos en otro de los cacharros de lata que dicen que son autobuses que nos han de llevar a Nagarkoth. Ésta es una pequeña población en la cresta de una sierra entre los valles de Kathmandu y otro valle sin nombre, que conduce la mirada saltando de sierra en sierra hasta las lejanas faldas del Everest. Ese y no otro es el único atractivo de este remoto enclavamiento, lleno por igual de hoteles y alojamientos. Curiosamente aquí abunda el turismo nacional, es costumbre entre los nepalies venir a Nagarkot de luna de miel. El pueblo está tranquilo, hay hoteles de sobra y gracias a Purna conseguimos una habitación con vistas infinitas al Sagarmatha.

Apago la luz y por primera vez no cierro cortinas ni persianas para dormir, quiero que el más madrugador de los rayos de sol me despierte para poder ver amanecer el Everest. Por si acaso, pongo el despertador a la hora prevista de amanecida.

XV Nagarkoth - Kathmandu

No ha amanecido y ya estoy despierto. No me ha hecho falta despertador ni luz para expectante ponerme los ojos de ver, y recibir una bofetada de realidad en forma de una densa, esponjosa niebla que lo cubre absolutamente todo. No se si reirme, fustigarme o maldecir todos los dioses que se me ocurren. Mientras me lo pienso, el amanecer se convierte en una difusa luz naranja que se desparrama por el cristal asi que me doy por vencido y viendo que no veo nada me vuelvo a dormir decepcionado. Cuando despierto de nuevo la niebla sigue ahí pero ya es pleno dia. Bajamos a desayunar, recogemos y nos subimos a otro cajón autobús decorado con impertinente mal gusto, dorados, lleno de colores, fotos, postales e incluso un globo. A media bajada de la ladera, en una curva donde hay un hotelillo y nada más, nos bajamos para caminar a lo largo de la senda de montaña que recorre como un balcon el valle de Kathmandú. Nuestra relación con Purna ya está plenamente asentada, tanto que el propósito de este paseo es pasar a conocer a su parte de familia que no vive en la capital, la que vive en mitad de ninguna parte, en dos casas que no tienen luz, ni agua caliente ni corriente, una está hecha de adobe, dos plantas diáfanas de piso de madera y ventanas sin cristales, fuego y establo en la planta baja y subiendo unas peligrosas escaleras, dos habitaciones. La otra, que dice ser restaurante, cuyas paredes son largueros de madera agujereados, con una esquina sujetada por un pilar de bambú debido a corrimientos de tierras, es todavía más precaria. Allí habitan dos sobrinas de Purna con las que juego, entre risas y carreras por la tierra, con mi vieja costumbre de disfrutar de los más pequeños. Me sorprendo de la edad que dicen tener, apenas aparentan la mitad. Somos invitados y comemos un dal baht que pica como si llevara dinamita, nos reimos, nos dejamos llevar por la sonrisa contagiosa y la calidez de esta gente que nada tiene, sigo jugando con las crias hasta que continuamos camino, pista abajo, hasta llegar a un templo hindú, el de Changu Narayan, decrépito, con esquinas invadidas por la maleza, rincones hundidos y mucha senectud, se tiene por el templo más antiguo del Nepal y ciertamente lo parece. Tambien tiene los omnipresentes rollos de oración que hago girar con maligna intención, toco con malicia las campanas y revisito las tallas eróticas de las vigas. La calle de acceso es la habitual calle empedrada en cuesta llena de tiendas y vendedores, siempre hay una de estas en cada pais aunque hay que reconocer que aquí no abruman. Como es costumbre, hay basura y niños por todas partes. Cogemos un autobusillo no más pulgoso que otros que nos deja en la capital. Paseamos un ratito por Thamel, cuanto mas lo recorro más disfruto su burbujeante vida, su atronadora vitalidad y su espectaculo diario. Recorremos lugares ya conocidos camino de la pseudoestacion de autobus y volvemos al hogar, donde hay cada vez más españoles. Hay gente allí como para hacer un par de equipos de futbol.

XVI Patan

Por pimera vez nos vamos de aventura solitos, no hay guia ni ayuda, nos vamos solos a Patan. Nos cuesta un poco coger el autobus, cosas de la barrera lingüistica, pero llegamos a otra plaza que es una estación de autobus y un mercado y seguimos una calle a rebosar de gente de camino a la plaza principal. Para mi, la más bonita de todas. Llena de templos, caotica y desordenada como todas, sus templos parecen más lujosos, recios y cuidados, su presencia se arroja más firme y quizás, más civilizada. Por no hablar de que parecen existir aqui todo tipo de templos y arquitecturas en una habil mezcla apretujada. Recorremos el más allá de la plaza, deambulando por las callejuelas para volver a la plaza, visitar mas templos donde acaban de ofrecer sacrificios y como despedida final, nos subimos a la azotea de un edificio para sacarnos fotos y besarnos..

Volvemos a Kathmandu para dar otra vuelta por la ciudad acabando como siempre en Thamel,  empieza a ser adictivo curiosear por las tiendas, ver todo tipo de personajes deambulando por ahí y como complemento único la población que colorea la ciudad. Por el camino, en otra calle ignota, otra Stupa blanca, inmensa, redonda y dorada, con sus vigilantes ojos en la parte superior, con los colores de las banderas de oración y un cielo azul de fondo. Vuelta al calor de nuestro hogar de Kirtipur llenos de sonrisas..

XVII Valle de Kathmandú

Para este dia toca un paseo a pie por Kirtipur, sus alrededores y un poco más allá. Comenzamos el paseo con un nuevo guia, éste si que es un autentico guia con conocimientos, lenguas y disposición. En cualquier caso, echo de menos a Purna igualmente, su alegría contagiosa podía con todo.

Comenzamos el paseo hacia el este, lentamente cruzando prados verdes de arroz. En otra muestra de la colosal hospitalidad nepalí, nuestro guía, profesor de matemáticas, nos lleva a casa de su familia donde nos acogen y nos invitan a un te con vistas a un mar de espigas verde brillante con montes de horizonte lejano. Tras un agradable rato de conversación continuamos camino para visitar un templo hindú a la orilla del rio que sale de Kathmandú. Se nota que el rio baja repleto de mierda, la contaminación es notable a simple vista. Visitamos parte del desfiladero por el que llega el rio, cuanta la leyenda que un dios abrió de un tajo un desagüe para todo el agua que cubría en su día el valle.

De ahí continuamos paseo en sentido circular bajo el intenso sol que todo lo enluce, de vuelta a Kirtipur visitando más templos hindúes y budistas. Me encantan sobre todos estos últimos, sobrios, limpios, elegantes, tan bonitos como ninguno. Los templos hindues son más sucios, se notan más desgastados, avejentados, decrépitos pero en cierta manera lindos.

Seguimos paseando por el pueblo entre explicaciones del guia pero hoy nos han pedido que volvamos pronto. Algo se prepara, las calles se engalanan con carteles de textos ilegibles para ojos profanos, vemos perros pintados con el Tikha y collares de flores. Volvemos a casa y hay ambiente de fiesta, se acerca el año nuevo Newarí y participaremos de ello merced a la generosidad y el cariño de Babu y familia.

Despues de cenar salimos al porche para ver como pintan una flor ritual con barro y tizas de colores, cantan y trazan un camino de barro y flores a lo largo de toda la casa para conducir a los buenos espiritús hasta el corazón de la casa. Hacen una pequeña ceremonia ritual en el pequeño altar de casa y nos vamos con toda la familia a recorrer las casas del pueblo, repartiendo ofrendas, admirando las flores dibujadas en cada casa, asistiendo a un par de ceremonias en los templos del pueblo. De vuelta a casa tenemos más fiesta, vienen grupos de aldeanos a cantarnos a la puerta a modo de aguinaldos. Canciones sencillas, tradicionales, de mucho ritmo. Alguna pareja joven de verdad se acerca y al ver a tantos europeos, se acojonan y se dejan vencer por la timidez. Damos propinas y bien tarde nos vamos para cama.

XVIII Kathmandú

Al dia siguiente toca compras, es nuestro ultimo dia entero en Nepal y la herida ya empieza a sangrar, soy plenamente consciente de que no me quiero ir de este maravilloso pais, he pasado 3 semanas que me parecen pocas. Para comenzar el dia vamos al centro del pueblo caminando por terrenos nuevos. Las calles lucen sus mejores galas, el suelo decorado con miles de flores y formas, cuadros, paisajes, cruces y otros simbolos votivos pintados en sal y tiza de colores, hay un poco de todo y todo es precioso, acompañado de las omnipresentes banderas de oracion. Todo el pueblo parece estar en la calle colaborando en la fiesta, dibujando, cantando y desfilando. Porque hay desfiles, dos nos cruzamos camino de la estación, llenos de gente, casi espontaneos ya que no cortan el tráfico siquiera, la manifestación fluye como un rio a través del intenso tráfico circulante sin que nadie levante la voz.

Cogemos el autobus para Katmandu, ya somos totalmente autonomos y vamos a comprar regalos para todos! Pero por el camino, otra macro sorpresa, otro desfile mucho mas abundante que los anteriores, recorre la arteria principal de la ciudad a contracorriente. Me parece algo increible ver como a través del tráfico atascado de la avenida fluye una autentica riada de gente con banda de música, con pasos procesionales, casi un desfile de manual que se ha olvidado de cortar el tráfico. Tambien encontramos una manifestacion de moteros. Luego nos sumergimos en Thamel dispuestos a comprar para todos con cierta prevención, tenia una muy mala experiencia del regateo en Túnez. Sin embargo aquí las cosas son muy fáciles y divertidas. Tanto, que me pasó cerca de una hora negociando para comprar dos chaquetas de montaña. Todavía me sonrío con la conversación para obtener un mísero descuento que al final no era tanto por orgullo o porque no lo pudiera pagar como por estar disfrutando seriamente de la situacion, el acto y el lugar. El me contaba su película y yo la mía, el me hablaba de tejidos impermeables y yo de las manzanas de mi pueblo. Al final acordamos un precio satisfactorio para ambos y nos llevamos las chaquetas. Tambien nos llevamos jerseys, monederos, cuchillos, telas etc. Y porque se nos acabo el dinero porque si no, me hubiera llevado medio barrio con lo que a mi me gusta la ropa deportiva... No todas las negociaciones fueron igual, alguna me dejó la sensacion de que me la colaron, otra vez logré que me echaran entre risas, las mias, de una tienda por pedir un descuento mayúsculo, alguna vez logré llegar al limite máximo del descuento. Hubo de todo y de todo guardo un recuerdo precioso, que atesoro con cariño en algún rincón de memoria.

Comimos en el Yak restaurant, de lujo como siempre, y mas vueltas por el barrio pero hoy tambien tenemos que volver pronto, es hora punta y la lata va a reventar de gente, no cabe ni un alma más, ni dentro ni fuera, que llevamos colgados 6 o 7 personas aparte del medio centenar que vamos dentro, sin apenas espacio para respirar.

En casa nos espera otra ceremonia. Todos reunidos en el desván, toca la ofrenda de la mujer al hombre. Primero Belku se la hace a Babu y luego nuestas parejas a nosotros entre risas y buen ambiente, hay de todo, españoles, holandeses, suecos, unos estan de vacaciones, otros dan la vuelta al mundo, gente competente y agradable. Trasnochamos un poquito y con pena, penita, pena, nos vamos para cama.

XIX Dejando Nepal

Nuestro avión sale a mediodia asi que nos tomamos las cosas con cierta tranquilidad y mucha pena. Babu nos regala banderas de oración que ahora flamean orgullosas en mi terraza y unos calcetines de lana y nos abraza, al igual que toda la familia. Me va a dar mucha pena no poder volver a disfrutar de sus delicias culinarias. Arreglamos cuentas y salimos por la puerta. Hay más españoles que vuelan con nosotros asi que fletamos dos mini taxis para 8 con las maletas en el techo, alguna cayó rodando y llegamos al aeropuerto que en la terminal de salidas es tan caótica o más que el resto. Nos toca esperar mucho tiempo en la puerta de embarque sin explicación ninguna, en un totum revolutum donde las salidas se anuncian a viva voz. Al final despega nuestro avión y me despido con una pena exagerada de este pequeño maravilloso pais. Como siempre, pido asiento de ventanilla derecha para poder dejarme los ojos en ver de nuevo los altos picos nevados que tan bellos se presentan para despedirme.

Aterrizamos en Sharja y pasamos una escala de pocas horas deambulando y durmiendo en el aeropuerto que es nuevo y tan pequeño e impersonal como todos. El avión sale a media tarde y nos ha de dejar en Estambul en plena madrugada. Una vez en Estambul toca cruzar toda la ciudad de aeropuerto a aeropuerto. En Turquia hay controles de equipaje en la puerta de entrada que incluyen las maletas a facturar y ahí es donde tengo que ejercer mi don de la palabra para explicar porque llevo 6 cuchillos de aspecto muy amenazador. Son cuchillos Gurkha, una vieja aspiración mía desde que vi uno de pequeño. Cuchillos fieros, duros, que no se de envainar sin probar la sangre. Les enseño que son mansos, llevan el filo embotado, son regalos y al final me toman nota y me dejan pasar. Otras 5h de espera que algunas duermen y otros, provistos del habitual insomnio viajero, deambulamos por el aeropuerto probando colonias, leyendo periodicos turcos e ingleses cortesía de Turkish Airlines, desayunando y dejando pasar ligeramente el tiempo.

Del resto, poco más que contar, vuelta a casa con el protocolo habitual, todavia con la sonrisa plácida por los dias vividos en Nepal, descansado, relajado y profundamente feliz.

El fin de todas las cosas

Alguien dijo que la única patria del hombre es su infancia. Si esto es así, yo me he vuelto nepalí. Nepal ha sido una regresión a la infancia, a la despreocupación de las vacaciones, a la compañía alegre en todo momento, a la embriagadora sensación de libertad, a la percepción de un mundo entero por descubrir en un verano que acaba de comenzar. Igualmente por su paisaje, ya que Nepal es un paraiso. Allí he pasado seguramente de los mejores dias de mi vida, sobre todo en el Annapurna, pura belleza natural, no creo que mi paraiso difiera mucho de esto.

Si el tesoro de un pais es su gente, Nepal es uno de los mas ricos del mundo. Una gente entrañable, abierta, entregada al prójimo, cariñosa, cercana. No los conozco a todos pero a todos los que tratamos les guardo un rinconcito de mi corazón porque contribuyeron a hacer de estos dias un placer continuo.

Paisajisticamente, el choque cultural predispone a ver belleza en cada rincon, en cada esquina aunque pertenezca a una mierda de basurero. Todo salta a los ojos y maravilla, no todos los dias se descubre un mundo nuevo, cosa que nos sucedió cada día en Nepal. Lo que es indudable es la imponente, eterna belleza del santuario del Annapurna. Montañas verdes, macizas, masivas, cubiertas de nieve, deslumbrantes en la soleada mañana, cubiertas de velos de niebla por la tarde, como mujeres timidas que por la noche esconden sus mejores galas para mostrarlas exhuberantes a la mañana siguiente. Cada mañana salía a saludar al sol y éste me devuelve la visión de la vegetación y de las maravillosas moles de piedra y nieve que todo lo rodean, inmutables, inmoviles y deseosas de verme tanto como yo de verlas. Porque no me las quito de la cabeza, que todavía siguen ahí, en mi recuerdo y yo con el plan loco de volver algún día para hacer la vuelta completa a los Annapurna, volver a ese gran país que forma ya parte de mi, un poquito tanto como mi pequeña Asturies, porque veo cualquier tema relativo al Nepal y se me remueven las entrañas porque alli fui inmensamente feliz. Me has de creer si te digo que esto es un autentico paraiso, en mayúsculas y con grandes signos de exclamación.

Una curiosidad que me sorprende de este viaje es que apenas miré al cielo, yo, el enamorado de la osa mayor que siempre miro al cielo allá donde voy buscando el cielo de mi infancia y sin embargo, esta vez, sorprendido por la calidad y la calidez de lo que hallé a ras de suelo no me hizo falta mirar más arriba. Todavía me sorprendo.

El nepal es así, no lo he inventado yo...

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